Recuerdo cuando hice la iniciación al Reiki hace muchos años; uno de los primeros mandatos a los que me comprometí era “solo por hoy no juzgaré, solo por hoy no criticaré”. Ese fue el primer “toque de atención” de una de las lecciones más difíciles de aprender cuando se inicia un proceso de crecimiento personal.

Reconozco que sigue siendo una lección en la que me encallo una y otra vez.

Me ayuda mucho una cita que vi en un texto budista: “cada vez que hables mal de una persona, siente como si tu boca se llenara de barro”. Y eso me lleva a otra gran lección o aprendizaje que transcurre paralela al no juicio. Y es la de la susceptibilidad o cómo reaccionamos frente a las críticas o el juicio que los demás hacen de nosotros. La toma de conciencia sobre nuestras reacciones automáticas frente a lo que los demás digan o piensen de nosotros es para mí es uno de los grandes pilares de la terapia transpersonal.

Comparto un texto de Anthony de Mello que invita a la reflexión sobre este tema:

“Piensa en alguna temporada en que te sentiste rechazado, desatendido o humillado. A ver si consigues comprender la situación con realismo, mirándola con sinceridad, en profundidad; y puedes descubrir que, si tú no te dieras por ofendido, no existiría rechazo ni humillación alguna. Quizá encuentres que haya existido una actitud de rechazo o de desaprobación, pero ¿qué tiene que ver la actitud del otro con tu Ser?.

Tú eres lo que eres, independientemente de lo que digan o piensen los demás. Las formas, las actitudes, los pensamientos y los sentimientos cambian y tú sigues siendo tú, y de la misma forma cambian los pensamientos, actitudes y sentimientos de las otras personas, mientras ellas siguen siendo lo que son.

Entonces, ¿qué es lo que te ofende, la persona o sus formas? Las formas no te pueden ofender, porque son cosas cambiables que no existen. Los juicios que las personas hacen de ti nos expresan mucho más de sus formas, de su programación, que de ti. No tiene sentido que te ofendas. Y si no, acuérdate de Buda, al que una vez insultaron y él no se inmutó, y dijo que no podía afectarlo; y explicó que si alguien le traía un regalo y él no lo aceptaba, ¿de quién era el regalo? De la persona que lo trajo, ¿verdad? “Pues si no quieres enfadarte, no aceptes el insulto ni el regalo”.

Solemos reaccionar ante las imágenes que nos reflejan los otros. Vemos en el otro lo que estamos deseando ver (lo idealizamos), o ponemos en él nuestros miedos (lo rechazamos), y así nos impedimos conocer al otro en su realidad.

Hace falta despertar. El miedo sólo se te quita buscando el origen del miedo. El que se porta bien en base al miedo, es que lo ha domesticado, pero no ha cambiado el origen de sus problemas: está dormido”.

Quedaros con el regalo que supone la perla de sabiduría del Buda: “Si tú no aceptas el regalo, entonces ¿El regalo de quién es?”. Permitiros dar un salto adelante e ir más allá